Recorría toda Galilea,
proclamando el Reino de Dios,
curaba enfermedades y dolencias
y con ello, su fama se extendió.
Le llevaron todos los enfermos,
quien estaba aquejado de algún mal,
para todos, palabras de consuelo,
para todos, ternura en su mirar.
Y contemplándoles, habló:
Sed felices quienes sois pobres de espíritu,
porque vuestro es el reino de los cielos.
Sed felices quienes estáis abatidos,
será para vosotros el consuelo.
Feliz quien es humilde,
heredará toda la tierra,
feliz quien tiene hambre y sed de Dios
porque él le saciará con su alimento.
Feliz quien mira con misericordia
porque Dios misericordia le tendrá,
sed felices quienes construís la paz
porque “hijos de Dios” os llamarán.
Feliz quien es perseguido
por hacer la voluntad de Dios,
feliz quien tiene limpio el corazón
porque siempre, en su camino, a Dios verá.
No temáis cuando os injurien y persigan,
cuando, por mí, os rechacen y hablen mal,
sed felices, que nada os quite la alegría,
no dudéis que con vosotros Dios está.
Alegraos, que el gozo inunde vuestros cuerpos
descansad, dejad las cargas y el pesar,
que el amor que yo os tengo es eterno,
es amor del Padre a la humanidad.
¡No tengáis miedo! Escuchad:
Sed felices…