Baja a Dios de las nubes
y llévalo a la fábrica donde trabajas,
quita a Dios del retablo
y llévalo muy dentro de tu corazón.
Roba a Dios de los templos,
donde lo enterraron hace varios años,
déjalo libre en la plaza
y llévalo también al mercado del pueblo.
Porque Dios no es un Dios muerto,
y si piensas que está muerto,
equivocado, equivocado, equivocado estás. (Bis)